24 Abr Miedo al miedo
¿Quién no ha sentido alguna vez en su vida aquella desagrable sensación que conocemos por el nombre de “miedo”? No obstante, y aunque no es siempre bienvenido, deberíamos darle las gracias, ya que su máximo cometido es salvarnos la vida y velar por nuestra seguridad.
La RAE define el miedo como “angustia por un daño real o imaginario”, siendo ésta una emoción que pertenece a las cinco denominadas básicas junto a la alegría, la rabia, la tristeza, y el asco. Una emoción es una reacción fisiológica que comporta un estado afectivo y cognitivo que cada individuo interpreta a su modo y que conlleva, asimismo, un componente adaptativo, ya que las emociones son indispensables para la adecuación de los individuos respecto a la realidad que les rodea. Por tanto, cada una de ellas tiene una misión funcional y nos ayuda a relacionarnos con el entorno.
En el caso del miedo, hablamos de una reacción que nos avisa de un peligro y que intenta preservar nuestra integridad, por lo que se trata de una emoción imprescindible. El mecanismo del miedo se sitúa en la amígdala, que es una de las partes más arcaicas del cerebro y que también está presente en otros mamíferos, reptiles y aves. Cuando los sentidos perciben un peligro, envían un mensaje rápido al cerebro que llega a la amígdala advirtiendo de la amenaza, en ese momento la reacción del organismo es la de congelación o paralización con el objetivo de ser “invisibles” para el elemento amenazador o depredador. Paralelamente se liberan hormonas preparando al organismo para la huida que hacen que aumente el nivel de glucosa en los músculos, así como el ritmo cardíaco y la sudoración. Inmediatamente después, la información llega al córtex y el individuo es consciente de lo que ocurre; si se trata de una amenaza real, el cuerpo continuará con la reacción que le ayude a escapar del peligro, si no es real, se desactivará la alarma.
Cuando sufrimos alguna experiencia desagradable o en la que hemos estado bajo amenaza, como por ejemplo un accidente de tráfico, se produce lo que llamamos el condicionamiento al miedo. En este caso, la persona podrá recordar de una manera explícita lo ocurrido y lo podrá relatar, y a la vez tendrá una memoria implícita e inconsciente que le ayudará a recordar detalles como los sonidos del claxon, el color del otro coche o las luces del semáforo en el momento, etc. Si estas imágenes o entradas sensoriales aparecieran en el futuro y en otra circunstancia, podrían provocar un miedo irracional en la persona ya que las ha relacionado con el peligro, es decir, si las vuelve a percibir pero esta vez sin amenaza real de accidente, podrían desencadenar las mismas emociones que en el momento del percance o incidente. También se cree que este mecanismo podría ser la base de las fobias, es decir, el hecho de relacionar objetos o “inputs” sensoriales de escasa peligrosidad a un miedo irracional inexplicable.
Por tanto, lo que es realmente difícil es dominar la reacción inconsciente del miedo, incluso personas muy entrenadas a lidiar con el peligro como policías preparados, manifiestan tener esta misma primera reacción en momentos de riesgo.
Cuando pasamos sucesos traumáticos en los que nos hemos sentido en peligro, nuestra memoria no graba esos instantes de forma fiel, con todos los detalles de la escena, y eso es porque nuestro cerebro y sistema perceptual se concentra más en los elementos potencialmente peligrosos. Por tanto, el recuerdo está formado de retales de imágenes y sensaciones, pero no de una secuencia fluida y detallada de los hechos, además el cerebro se encarga de rellenar los huecos de memoria con el material mental más adecuado según el contexto. La psicóloga cognitiva Elisabeth Loftus ha estudiado este fenómeno y diversos de sus estudios demuestran que la memoria puede ser manipulada en el momento de recuperarse a través de nuevos estímulos, de sugestión, etc. En consecuencia, este particular funcionamiento de nuestra mente y de la memoria, puede dar falsos testimonios de hechos pasados y en casos de juicio por ejemplo por agresión, podría llevar a inocentes a pagar penas injustas.
En psicología, el miedo se considera patológico cuando se trata de una reacción injustificada e irracional que no tiene que ver con el contexto actual y seguro de la persona, por ejemplo un miedo irracional a las palomas. Existen varios trastornos basados en el miedo y estrechamente relacionados con las experiencias pasadas del individuo tales como, el estrés post-traumático, las fobias, los trastornos de ansiedad generalizados, los ataques de pánico, etc. Así que es lógico pensar que si se puede incidir en la memoria y en la forma en que recordamos los hechos concretos que han instaurado nuestro miedo, podremos llegar a superarlo. La terapia EMDR (“Eyes movement desensibilitation and reprocessing”), de primera elección según la OMS para el tratamiento del estrés post-traumático y desarrollada por la neuróloga Francine Saphiro, se fundamenta en este hecho: durante su práctica se recuperan las escenas traumáticas vividas a través del reprocesamiento por movimientos oculares y se transforma el recuerdo en algo diferente y más adaptativo.
También existen otras terapias como las cognitivo conductuales, que lo que proponen es crear recuerdos más recientes del mismo tema a través de nueva experiencia para poder superar las antiguas memorias traumáticas: la no evitación, las técnicas de exposición, o la desensibilización sistemática, son algunas de las técnicas utilizadas.
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